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Militar y político, más sectario que liberal y más autoritario que inteligente, fue rabiosamente anticlerical por su pertenencia a las logias masónicas. Jefe militar a favor de Isabel II, sobre la que tuvo un ascendiente nefasto, venció a los carlistas en Luchana (1835) y luego en varios lugares hasta el abrazo de Vergara (1839) con el general carlista Maroto, por lo que fue reconocido como Duque de la Victoria.
Enemigo de Narváez, se hizo con el poder absoluto y, después de diversos avatares, fue desplazado por O'Donell. Su gobierno arrogante, opresor para las libertades religiosas, aceleró la decadencia moral y social de la sociedad española, desangrada por las guerras y las múltiples algaradas populares.
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